El objetivo de este proyecto, a petición explícita de sus propietarios, reside en combinar una arquitectura moderna con elementos recuperados de otros edificios, en un contraste armonioso entre lo nuevo y lo antiguo.

Viejos espíritus de edificios olvidados cobran vida en un nuevo hogar: las contraventanas de un demolido edificio de l’Eixample reviven en las nuevas ventanas de la casa. Las planchas de acero de una acerería desmantelada se utilizan para construir la escalera. Las grandes lámparas industriales recuerdan su viejo hogar colgadas en naves más altas.

Detalle de la escalera y su paisaje

Y la puerta. Una pequeña joya recuperada de un pequeño ayuntamiento de la provincia de Barcelona. En manos del mismo carpintero que restauró parte de la casa Batlló de Gaudí, marca nuestro paso del exterior al interior de la casa. No se restauró, se adecuó para que funcionara de forma correcta y se dejó que la pátina del tiempo, escritos, gravados e incisiones en la madera mostraran la vida que aún fluye por sus vetas.

La cara exterior de la puerta, noble y decorada, se coloca al revés, hacia el interior de la vivienda. Se inmiscuye en el diálogo de la vida privada de la casa. Evitamos que sea un trozo de historia olvidado en la entrada de una casa y entra a formar parte de la vida diaria: su reflejo cálido de la luz natural, sus inscripciones como pinturas rupestres y jeroglíficos, etc.

Pero la casa necesita hablar y mucho. Necesita comunicase con el entorno. Y al igual que lo hace con la luz natural de ordena a los frentes que tiene alrededor. Vecinos, calle, y una zona municipal de verde privado. Tímida y reservada ante los intrusos se muestra sin límites hacia la extensión vegetal. No se colocan vallas y se difuminan los límites de la parcela. Se plantan las mismas especies arbóreas y gramíneas en el interior y el exterior de la parcela. Unos meses después de acabar la obra no se supo cuando acababa uno y empezaba el otro.